con su
humor de irlandés poseía especial talante para gustar a la gente, de modo que
entró en la política y al pasar los años logró una pasmosa capacidad para
recordar nombres ajenos
descubrió
al principio de su vida que el común de los hombres se interesa más por su
propio nombre que
por todos
los demás de la tierra. Si se recuerda ese nombre y se lo pronuncia con
frecuencia, se ha ren dido a su dueño un halago sutil y muy efectivo. Pero si
se olvida o se escribe mal ese nombre, queda uno en gran desventaja
sabía cómo
manejar a las personas, y esto fue lo que lo enriqueció
Al
comenzar su vida demostró sus dones para la organización, su genio como
dirigente. Cuando tenía diez años ya había descubierto la asombrosa importancia
que atribuye la gente a sus propios nombres. Y utilizó ese descubrimiento para
obtener cooperación.
Esta
política de Andrew Carnegie, de recordar y honrar los nombres de sus amigos y
allegados, fue uno de sus secretos mejores. Señalaba con orgullo el hecho de
que recordaba y llamaba
por su nombre de pila a muchos de sus obreros; y se vanagloriaba de que,
cuando tuvo personalmente a su cargo
Eso da
calidez
El
ejecutivo que me dice que no puede recordar nombres, me está diciendo que no
puede recordar una parte importante de su trabajo, y está operando sobre arenas
movedizas.
Bibliotecas
y museos deben sus más ricas colecciones a personas que no pueden allanarse a
pensar que sus nombres desaparezcan del recuerdo de la humanidad
Muchos de
los edificios en la mayoría de las universidades llevan los nombres de quienes
contribuyeron con donaciones para su construcción
casi todas
las iglesias se ven embellecidas por ventanales que conmemoran los nombres de
los donantes.
La mayoría
de la gente no recuerda nombres por la sencilla razón de que no dedican el tiempo
y la energía –necesarios para concentrar y repetir y fijar nombres
indeleblemente en la memoria. Se disculpan diciendo que están demasiado ocupados.
Pero
seguramente no lo están más que Franklin D. Roosevelt, quien dedicaba mucho
tiempo a recordar hasta los nombres de los mecánicos con quienes entraba en
contacto.
arte de tratar con la gente
se mostró
muy simpático y animoso. Me llamó por mi nombre, me hizo sentir cómodo, y me
impresionó particularmente por el hecho de que estaba vitalmente interesado en
las cosas que yo lemostraba y de las que le hablaba.le aseguro que aprecio
sobremanera todo el tiempo y los esfuerzos que ha dedicado usted a producir
notó todos
los detalles que, según sabía él, me habían preocupado mas. Se esforzó por
hacer notar todos esos detalles a los demás
Franklin
D. Roosevelt sabía que uno de los medios más sencillos, mas evidentes y más
importantes para conquistar buena voluntad es el de recordar nombres y hacer
que los demás se sientan importantes. Pero, ¿cuántos de nosotros hacemos lo mismo?
Cuando nos
presentan a un extraño, conversamos con él unos minutos y generalmente no
recordamos ya su nombre cuando nos despedimos.
Una de las
primeras lecciones que aprende un político es ésta: "Recordar el nombre de
un elector es cualidad de estadista.
Olvidarlo
equivale a ir al olvido político".
Y la capacidad para recordar
nombres es casi tan importante en los negocios y los contactos sociales como en
la política.
Si no oía
claramente el nombre, decía: "Lo siento. No oí bien". Después, si el
nombre era poco común, preguntaba cómo se escribía.
Durante la
conversación se tomaba el trabajo de repetir varias veces el nombre, y trataba
de asociarlo en la mente con las facciones, la expresión y el aspecto general
del interlocutor.
Si la
persona era alguien de importancia, Napoleón se tornaba más trabajo aun. Tan
pronto como quedaba a solas
escribía
ese nombre en un papel, lo miraba, se concentraba en él, lo fijaba con
seguridad en la mente, y rompía
después el
papel. De esta manera se formaba la impresión visual, además de la impresión
auditiva, del nombre.
Todo esto requiere tiempo,
pero "los buenos modales -dijo Emerson- se hacen de pequeños
sacrificios".
Deberíamos
tener presente la magia que hay en un nombre, y comprender que es algo propio
exclusivamente de esa persona, y de nadie más. El nombre pone aparte al
individuo; lo hace sentir único entre todos los demás. La
información
que damos, o la pregunta que hacemos, toma una importancia especial cuando le
agregamos el nombre de nuestro interlocutor. Desde la camarera hasta el
principal ejecutivo de una empresa, el nombre obrará milagros cuando tratarnos
con la gente.